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Hay en este poemario una reflexión tierna e insólita sobre la masculinidad, la clase y las relaciones entre padres e hijos. El campo se extiende hasta donde alcanza la vista, pero no como posibilidad o espacio idílico, sino como lugar de trabajo. El autor pone palabras a la herida seca, a la tradición que ahoga, a las manos que arrancan zarzas y esquilan la lana, a lo que nunca se dijo.
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