Casandra es simpática, culta y rápida en sus respuestas, aunque su prodigiosa memoria a veces recuerda a la de Dori, la amiga del pez Nemo. Preguntándose y respondiéndose, el escritor y la máquina coinciden en ese espacio común de la razón y el diálogo, tan ausente en lo público, compartiendo el gozo por la charla abierta. Un libro que se lee de corrido, del asombro a la sonrisa, y que deja cientos de preguntas.
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